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El suplente

Actualizado: 11 sept 2023

Una película que retrata de un modo sencillo y agudo la realidad de los adolescentes y del trabajo educativo en contextos altamente vulnerables.


En estos días empezamos un nuevo año lectivo en los países del hemisferio sur. Imagino una gran diversidad de situaciones personales entre los colegas docentes, desde los más entusiasmados por comenzar un nuevo vínculo con nuevos estudiantes, con todo lo que tiene de aventura, hasta los que inician el curso con cierto agobio por las condiciones de trabajo y algo de “pánico escénico”. Seguramente con una mezcla de sentimientos encontrados en la mayoría de los casos. Va mi deseo de un buen año para todos.


Quiero empezar el Blog de este año con la recomendación de una película que puede ser estimulante e inspiradora en el inicio del curso. El título es El Suplente. Es una película argentina que se estrenó a fines del año pasado y está disponible en Netflix. La protagoniza Juan Minujín y cuenta la historia de un profesor de Literatura en un centro educativo secundario ubicado en una zona marginal de la periferia de Buenos Aires.


Afiche de la película argentina El Suplente
El Suplente

La historia está muy bien contada, es amena y directa. La trama principal se desarrolla en torno a las peripecias de Lucio, el profesor, en su relación con Dylan, uno de sus alumnos que está involucrado con narcos que operan en la zona. Con esta trama como excusa la película muestra y caracteriza la realidad de los adolescentes en esos contextos y su relación con el sistema educativo. Retrata además en forma excelente la complejidad de la labor educativa, a través del trabajo de un profesor que busca involucrar a los adolescentes con el contenido de su curso -en este caso, la literatura-.


La película tiene varias subtramas entrecruzadas. Una de ellas cuenta el vínculo de Lucio con el grupo, a través de varias sesiones de clase muy bien narradas. En el comienzo se muestra el desinterés de los estudiantes con respecto a lo que les propone el liceo, su visión escéptica e irónica sobre la educación, y la actitud desafiante hacia el profesor -¿Para qué sirve la Literatura?, No sirve para nada, No nos interesa-. A lo largo de esta secuencia Lucio va construyendo puentes entre los alumnos y la Literatura, partiendo de tareas de escritura muy básicas -Escriban algo que les gusta y algo que no les gusta. Soy Dylan, me gusta el Trap y no me gusta su clase-. Progresivamente va haciendo lugar a la experiencia de los estudiantes -Si a mi hermano lo mataron hace un año y nadie sabe quién fue, ¿eso cuenta como género policial?-, estableciendo vínculos con contenidos de literatura, incluyendo una muy linda escena con una exhibición de Rap por parte de uno de los alumnos.


La caracterización de los adolescentes, los diálogos en la clase y el vínculo que se va construyendo con Lucio están muy bien realizados. Me resultaron convincentes y entrañables. Esta subtrama constituye además una excelente ilustración del concepto de “aprendizaje significativo” y pone de manifiesto la necesidad y la complejidad de la construcción de nuevos enfoques educativos -que no requieren de una reforma curricular integral porque, por lo general, nos termina desviando de la cuestión principal, que es la experiencia de los estudiantes-.


Un profesor y alumnos en clase
El Suplente

La película tiene otra subtrama muy interesante, que es la relación de Lucio con su propia hija Sol, adolescente al igual que los estudiantes, que está preparando un conjunto de exámenes para ingresar a una institución educativa de tipo tradicional. Lucio intenta que Sol aprenda contenidos completamente diferentes de los que él mismo enseña -pretérito imperfecto, modo subjuntivo-. Esta trama muestra de un modo descarnado las distancias insalvables entre la realidad educativa en el barrio periférico y las instituciones a las que asisten los hijos de la clase media intelectual. Son mundos paralelos que se cruzan en la persona de Lucio y en la contradicción entre lo que enseña en sus clases en el barrio y lo que intenta que aprenda su hija.


Es muy interesante además que, más allá de esta contradicción, en ambos mundos se expresa el problema central de la educación para los adolescentes: la motivación y el carácter significativo de lo que se aprende. En el caso de Sol se expresa en su desinterés en lo que su padre quiere que aprenda en el formato tradicional y el sufrimiento que ello le acarrea.


No me quiero extender mucho más porque hay que verla. Dejo este enlace al trailer. Obviamente la película tiene otras muchas líneas propositivas. Yo me estoy enfocando en los temas que me resultan relevantes desde el punto de vista educativo. Al respecto me gustaría hacer dos reflexiones más generales.


La película puede ayudar a ponerle "carne" a la discusión pública -por lo general pobre, forzada y caricaturizada- entre contenidos y competencias. En estos debates, de un lado se propone un enfoque de competencias un tanto idealizado, con una sobrecargada lista de competencias, y se caricaturiza el trabajo docente como recitado de contenidos. Del otro lado se suele demonizar la palabra competencia, vinculándola con un enfoque empresarial y orientado a la formación para el mercado, que pretende “vaciar” de contenidos a la educación. Esta mirada ignora los desarrollos realizados en la pedagogía francesa sobre las competencias desde fines del siglo XX (Perrenoud, Le Boterf y De Ketele, principalmente).


En este contexto la película tiene la virtud de mostrar lo que podríamos definir como un caso de buena práctica docente, que muestra la labor de muchos buenos profesores y profesoras que van más allá del mero enunciado de contenidos y que buscan establecer un vínculo personal y académico con sus alumnos, sin necesidad de demasiada parafernalia curricular. La propuesta de Lucio no tiene nada de extraordinario o “mágico". Simplemente busca conectar con sus estudiantes a través de caminos sencillos pero profundos. En este sentido se logra relatar visualmente lo que intentan hacer los buenos docentes.


La segunda reflexión que quiero hacer escapa completamente a las intenciones de los creadores, pero puede dar lugar a análisis fructífero: lo que no se pone en cuestión, lo que todos damos por supuesto, lo que tenemos tan internalizado que ni siquiera se nos ocurre cuestionar. Hay al menos tres aspectos que por lo general nos parecen obvios:

  1. Lucio trabaja básicamente solo. Si bien hay un par de escenas en que aparece trabajo docente colectivo -reuniones de profesores en las que se debate qué hacer ante la situación en el barrio-, los esfuerzos de Lucio por hacer significativo su curso son estrictamente individuales. En cierto modo la película -y todos nosotros- solemos asumir como obvio que cada docente prepara e imparte su curso en solitario.

  2. El formato básico de la clase consiste en que todos los estudiantes están siempre sentados mirando al frente e interactuando con el profesor a partir de lo que éste pregunta o solicita. Hay una única escena en que los estudiantes se sientan en ronda, que en realidad no es una "clase", lo que se indica explícitamente. Nos cuesta imaginar que los estudiantes puedan trabajar sin tramos de tiempo fijos, breves y pautados por un timbre, o que puedan interactuar con jóvenes de otros grupos o edades en actividades distintas de escuchar y responder al docente.

  3. La calificación ocupa un lugar central como motivación del aprendizaje. Si bien Lucio utiliza la calificación de un modo flexible, el hecho de que la nota es un elemento central en el escenario educativo no se cuestiona. Ser calificado y aprobado -o reprobado- es algo natural. No podemos imaginar una propuesta educativa que no termine en una calificación.

Estos tres aspectos aparecen como naturales y no cuestionados en la película. No estoy haciendo una crítica, porque en realidad la película no pretende cuestionar las propuestas educativas, sino simplemente mostrar un modo de hacer las cosas por un docente que se involucra con la realidad de sus estudiantes. Más bien quiero mostrar la dificultad que tenemos para imaginar formatos educativos diferentes. Y señalar que estos aspectos suelen ser pasados por alto en las reformas curriculares, que por lo general modifican las definiciones de qué debe ser enseñado pero no transforman ni las condiciones del trabajo docente, ni el formato básico de agrupamiento de los alumnos y organización del tiempo, ni la idea fundamental de que el trabajo de los estudiantes finaliza en una calificación asignada por el docente (más allá de que se modifiquen los reglamentos de evaluación y las maneras de expresar las notas).


En la publicación Nuevos formatos pedagógicos para una escuela sin grados hago algunas propuestas para pensar en nuevos modos de hacer las cosas, basado en el enfoque de Educación Proyectiva de Leonardo Ferrer.




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