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¿Puede la escuela reducir las desigualdades? El aprendizaje durante los primeros dos años de vida

Actualizado: 11 sept 2023

Tendemos a pensar que si el sistema educativo funciona bien, la inequidad en los aprendizajes debería disminuir. Si hay fuertes desigualdades entre los aprendizajes logrados por distintos alumnos y grupos sociales, pensamos que algo anda mal con la educación. Hoy me gustaría mostrar que el problema es un poco más complicado y que no es razonable esperar que la labor docente disminuya las desigualdades existentes en la sociedad.

Un gráfico estadístico

Estoy próximo a cumplir mis primeros dos años como abuelo, lo que ha sido una experiencia inesperada y extraordinaria. Tuvimos la bendición de acompañar el crecimiento de nuestro nieto en forma continua, encargándonos del cuidado un día a la semana durante estos dos años. Esto me dio la oportunidad de observar y acompañar de cerca el formidable proceso de aprendizaje que tiene lugar en esta etapa.


Enumero apenas algunos pasajes de este proceso.


Desde las primeras semanas aprende a identificar objetos en el entorno -una artesanía en una pared, el colgador de llaves, las puertas de los armarios en la cocina-. Aprende a extender la mano para tocar y agarrar. Le fascina abrir y cerrar las puertas del armario de la cocina, y luego de las habitaciones y de los roperos: abrir y cerrar, abrir y cerrar, abrir y cerrar, abrir y cerrar, en forma interminable… Se hace entender con gestos para que uno lo acerque a ellos. De a poco la acción se va complejizando: abrir el armario, tomar un frasco, cerrar el armario, volver a abrirlo, guardar el frasco, volver a cerrarlo… y vuelta a empezar.


Estos procesos de exploración y aprendizaje se repiten en múltiples ámbitos. Con las llaves, rápidamente se da cuenta de que sirven para abrir una puerta. Cuando quiere salir afuera, irá a buscar una llave antes y la llevará hacia la puerta. Esto lo aprende antes de poder desplazarse, por lo que en realidad lo que hace son gestos de que quiere ser llevado hasta donde está la llave, la toma y luego gestos de que quiere ser llevado hasta la puerta. Con el tiempo, aprenderá a insertarla en la cerradura por sí solo.


Lo mismo ocurre con el monocomando para abrir y cerrar el paso de agua en el baño. Al principio se sorprende y tiene poca fuerza para levantar y bajar el monocomando. De a poco aprende a hacerlo y a graduar la fuerza del agua. Además disfruta dejando que el agua corra por sus manos. Aprende también que puede apretar la mano contra la salida del agua y hacer que salpique para todos lados. De paso, aprende a reconocer su figura en el espejo con grandes sonrisas y ojos brillantes. También a sacar y poner un cepillo de dientes en una cajita de plástico y a cepillarse los dientes. Descubre que al golpear el poste metálico a la entrada de la casa este queda resonando. Sonríe contento cada vez que lo hace. Le fascinan los botones que generan luz o sonido: la radio, la licuadora -especialmente-, el horno microondas, los comandos del auto. Prender y apagar, prender y apagar, prender y apagar, con la satisfacción derivada de constatar el efecto de cada una de sus acciones.


Cada uno de estos aprendizajes involucra cientos de repeticiones. Una y otra vez, una y otra vez, durante varios minutos. Además las repeticiones se reiteran a lo largo de los días y las semanas, con la fascinación de volver a una misma actividad -volver a las llaves, volver a los botones, volver a la canilla-.


Las repeticiones generan capacidad de anticipación y están la base de la construcción de la conciencia. De a poco se van generando recuerdos de lo que pasó -pasado-, que a la vez le permiten anticipar lo que ocurrirá al hacer tal o cual cosa -futuro-. Algunas anticipaciones son muy divertidas, como por ejemplo ir a buscar y alcanzarme los lentes cuando quiere mirar un libro conmigo.


Todo aprendizaje es un proceso lento y trabajoso, con cambios que son imperceptibles en el corto plazo. Es una construcción paciente que se hace a lo largo de mucho tiempo y de muchas repeticiones. En realidad se trata de recursividades, más que repeticiones: acciones que se reiteran infinidad de veces, pero no siempre idénticas, sino que van mejorando y evolucionando muy lentamente. Cualquier aprendizaje requiere una enorme inversión de tiempo -por eso a veces me sonrío cuando me piden metas de aprendizaje y competencias para una actividad formativa de tres o cuatro sesiones-. La sociedad suele tener un pensamiento algo mágico con respecto a lo que se puede aprender en poco tiempo.


"Modificamos nuestros modelos con la experiencia, y aprendemos las diferentes correlaciones a partir del modo en el que el mundo cambia a medida que lo vemos y, entonces, utilizamos esta información para elaborar aún más nuestros modelos. Se trata del principio de recurrencia aplicado a los modelos neurales... Imaginemos a Cézanne pintando sobre un lienzo. Después de colocar algunas áreas iniciales de color, puede sentir que algunas cumplen sus expectativas, mientras que otras no son realmente correctas o crean efectos asombrosos. Podría entonces reaccionar a esta mezcla de expectativas y discrepancias añadiendo más pinceladas...


"El cuadro progresa así como si fuera un diálogo crítico entre Cézanne y lo que ve ante sí. A veces quizá sea consciente de este diálogo, pero las más de las veces este se producirá de forma inconsciente: se sentirá impulsado instintivamente a añadir algo de color aquí o allí, o sentirá que una pincelada es la correcta o que no pega... Cada vez que pintaba un cuadro, Cézanne también incrementaba su habilidad, modificaba sus modelos neurales de tal modo que la próxima vez que se planteaba un cuadro, lo pintaba de un modo ligeramente diferente. El resultado no era solo un cuadro, era la propulsión del cerebro de Cézanne a través del espacio neural...


"Lo mismo ocurre con la creatividad de un científico: su cerebro también juega con las expectativas y las discrepancias, basándose en el aprendizaje y la experiencia. Gracias a este diálogo podrá resolver determinadas discrepancias, que le conducirán a nuevos modelos o modos de conocimiento. A su vez, estos pueden conducir a acciones concretas, como la realización de un experimento para evaluar un modelo. A continuación, los resultados experimentales pueden realimentarse para influir en las siguientes etapas del periplo neural, lo que conducirá a otros refinamientos del modelo".


Enrico Coen. De las células a las civilizaciones. Los principios de cambio que conforman la vida.

Carátula de libro

La base de esta construcción laboriosa que es el aprendizaje está en la articulación entre nuestros sentidos, nuestras manos y el cerebro, a través de una nutrida red de conexiones neuronales que se va organizando muy lentamente y que nos permite sentir, percibir, movernos, actuar y, con el tiempo, escuchar, hablar, dibujar y escribir. Nuestro cuerpo tiene entre 10.000 y 100.000 millones de neuronas (tantas como la cantidad de estrellas que hay en la Vía Láctea). Cada neurona establece entre 5.000 y 50.000 conexiones con otras neuronas y con células vecinas motoras y sensitivas. Esto significa que cada ser humano es una red intercomunicada por 100.000.000.000.000 de conexiones. Nuestra conciencia, nuestras emociones y nuestros aprendizajes se construyen a través de esta red de conexiones.


Llegando a los dos años de edad, mi nieto está aprendiendo a hablar. El proceso comenzó con la repetición de monosílabos dichos por los adultos y de los sonidos de un perro, una oveja, una vaca, un gallo. A partir de un primer repertorio de monosílabos y sonidos onomatopéyicos, muy lentamente y a través de infinidad de repeticiones, se van construyendo palabras bisílabas y frases con dos o tres monosílabos. El proceso de construcción de sonidos, palabras y significados es gigantesco. Nótese además que el lenguaje es una capacidad humana a la vez genérica y específica. Todos los seres humanos tenemos la capacidad para desarrollar un lenguaje hablado, pero cada lenguaje es completamente diferente, dependiendo de la cultura y del grupo humano: castellano, chino, árabe y así. Cada lengua tiene sus propios sonidos y, más tarde, sus propios signos para el lenguaje escrito -aunque esto último no necesariamente ocurre en todas las culturas-.


A los dos años de edad ya se ha dado un formidable y complejo proceso de aprendizaje, que estará en la base de todo lo que luego pueda intentar enseñar la escuela. Mi nuera tiene un libro que se titula algo así como los primeros 1000 días de tu hijo. Hace referencia a los nueve meses de embarazo (270 días) y a los dos primeros años de vida (730 días). Si consideramos que se dan interacciones durante unas 16 horas diarias -aunque en realidad son más porque también cuentan las interacciones durante el dormir-, estos mil días involucran unas 16.000 horas de formación. Pensemos que los 12 años de educación formal, desde primer año de escuela hasta el final de la secundaria, implican en total unas 9.600 horas (200 días de clase al año, por 4 horas diarias y por 12 años). Para llegar a las 16.000 horas se podría agregar una licenciatura, una maestría y un doctorado.


Sin duda esta equivalencia de horas es un poco forzada, pero la utilizo para ilustrar la magnitud del proceso formativo que tiene lugar durante los dos primeros años de vida. Es una enormidad. Pues bien, esta es la base sobre la cual se construirán luego todos los aprendizajes. Todo lo que intente enseñar la escuela, estará apoyado sobre lo que haya ocurrido en estos primeros mil días, tanto en los aspectos cognitivos como emocionales.


El aprendizaje durante los primeros dos años de vida, esta primera “carrera educativa infantil” de mil días varía muchísimo, en función de las condiciones materiales de vida -empezando por la alimentación y la vivienda- y de la calidad afectiva de los vínculos en la familia. Depende de la calidad formativa de las interacciones del niño con los adultos -desde la estimulación al niño para que explore y para que verbalice sus sentimientos, hasta la corrección mediante gritos o rezongos, la represión de cierto tipos de acciones o sentimientos, o la simple aceptación de los berrinches-. Cada interacción incide de manera imperceptible, al igual que los gestos como tomar una llave, colocar un objeto dentro de un frasco o pronunciar un monosílabo. Todo cuenta: el modo en que se procede ante el llanto o el despertar en medio de la noche, el hecho de explicar y poner en palabras cada situación y cada emoción, la anticipación al niño sobre lo que va a pasar a continuación o al día siguiente.



Como resultado de la variedad de prácticas de crianza durante los dos primeros años de vida, los niños llegan a la escuela en una gran diversidad de situaciones. Esta diversidad tiene una doble dimensión. Una sociocultural, vinculada a las prácticas y creencias propias de cada grupo social, y otra individual, vinculada a la diversidad de "periplos neurales" y experiencias que cada niño o niña tiene, aún al interior de un mismo grupo sociocultural.


Cada niña y cada niño llega a la escuela con un punto de partida diferente con relación a cada uno de los aspectos que la escuela intentará enseñar. Si todos parten de puntos distintos y todos aprenden, no hay forma de eliminar la desigualdad. Las “distancias” no pueden ser eliminadas por la sencilla razón de que los que llegan en mejores condiciones para aprender lo que la escuela enseña, seguirán aprendiendo. Si todos aprenden, las distancias a lo sumo se mantendrán -soy consciente de que la noción de "distancia" es una abstracción-. Algunos niños tal vez tengan la oportunidad en la escuela de aprender cosas que no recibieron en su hogar, pero los que llegan en mejores condiciones podrán continuar avanzando con mayor facilidad. La única manera de reducir las desigualdades sería dejar de enseñar a que los que tuvieron condiciones más favorables.


Esto no significa que la educación no cuenta. En realidad sí cuenta, porque si lo que se ofrece a quienes llegan en situación de desventaja es de mala calidad, las brechas se incrementarán. Pero la escuela no puede hacer magia. No puede reemplazar ni recrear en forma rápida lo que no ocurrió durante los primeros mil días. A partir de allí, el recorrido del aprendizaje es personal e intransferible. El objetivo que la educación formal puede proponerse es ayudar a cada estudiante a descubrir y desarrollar sus potencialidades de aprendizaje. Esta es una meta razonable, aunque difícilmente medible, porque es muy difícil establecer hasta dónde puede llegar un alumno. En realidad siempre puede seguir aprendiendo. Pero además tienen que querer aprender, porque el aprendizaje depende también de la voluntad de cada persona.


En suma, lo más importante para reducir las brechas educativas son las políticas dirigidas a la primera infancia, a la maternidad y a las prácticas de crianza, además de asegurar una educación adecuada a los sectores sociales y a los estudiantes individuales que llegan en situación de desventaja.





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