“Para mí, leer era lo más importante en aquella época de mi vida. No hace falta decir que existen infinidad de libros con un contenido mucho más profundo y emocionante que los del colegio. Al pasar las páginas de esos libros tenía la sensación, física y real, de que su contenido terminaba por convertirse en mi propia carne, en mi propia sangre. No me quedaban ganas de ponerme a estudiar en serio para los exámenes. No me parecía en absoluto útil memorizar fechas de acontecimientos del pasado, archivar palabras del inglés como si yo fuera una máquina. Los conocimientos aprendidos mecánicamente y no como un todo sistemático acaban por desaparecer y se quedan por ahí enterrados en alguna parte, en un lugar que podríamos considerar la tumba del conocimiento. En la mayoría de los casos no hay ninguna necesidad de retener nada de eso en la memoria.”
Haruki Murakami, el autor del párrafo anterior, es un escritor japonés contemporáneo. Fue candidato al Premio Nobel de Literatura en los últimos años. Algunas de sus novelas más conocidas son Tokio blues, La muerte del comendador, 1Q84, Kafka en la orilla y Crónica del pájaro que da cuerda al mundo.
Recientemente escribió un libro autobiográfico en el que cuenta cómo se fue convirtiendo en escritor. El título del libro se llama De qué hablo cuando hablo de escribir. En uno de los capítulos repasa su experiencia en el sistema educativo y reflexiona sobre la misma. Si bien estudió Literatura en la Universidad, el paso por las instituciones educativas le aportó muy poco. Lo resume con esta frase “Nunca me ha gustado la institución que representa la escuela. He tenido algunos profesores excelentes y he aprendido en ella unas cuantas cosas importantes. Sin embargo, en el balance general debo decir que la mayor parte del tiempo que pasé en ella fue tan inútil como aburrido”.
“Mis padres y mis profesores me aconsejaban a menudo: «Esfuérzate mientras estás en la escuela, si no, te arrepentirás toda la vida». Sin embargo, nunca se me ha cruzado por la mente semejante pensamiento. Más bien al contrario: debería haberme tomado más libertades, hacer lo que me diera la gana mientras aún estaba en la escuela. Tan solo malgasté el tiempo memorizando cosas tan absurdas como aburridas. Quizás exagero, pero creo que no me falta razón.”
La experiencia que relata Murakami seguramente es compartida por una enorme cantidad de adolescentes en las sociedades contemporáneas, que no le encuentran sentido a la educación y que experimentan su vida cotidiana en las en las instituciones educativas como un tiempo perdido en intentar aprender cosas a las que no se les encuentra sentido, mientras en paralelo se tienen intereses que no encuentran canales para desarrollarse.
En mi opinión el principal problema de la educación media en América Latina es la dificultad para conectar con los adolescentes. En las dos últimas décadas hemos avanzado en cuanto a considerar a la educación media como un derecho y pretendemos que todos los jóvenes la completen. Sin embargo, seguimos teniendo bajas tasas de egreso en este nivel.
Hay tres elementos clave para explicar el problema.
En primer lugar, la adolescencia es una etapa vital de cambio y motivaciones cambiantes. Por definición, durante la adolescencia uno no sabe bien qué quiere, está en búsqueda de una nueva identidad. Esto hace que motivar a los estudiantes sea mucho más difícil que en la escuela primaria.
En segundo lugar, se produce un cambio curricular. Pasamos a trabajar por asignaturas con un grado de abstracción mucho mayor que en la escuela primaria. Buena parte de los estudiantes en media nunca terminan de entender del todo lo que les enseñamos. Aprenden de memoria para intentar sobrevivir.
En tercer lugar, los adolescentes van teniendo cada vez más autonomía de sus familias para decidir si continúan estudiando o no. En la escuela primaria la mayoría de los niños no puede decidir por sí mismo abandonar la escuela sin el aval de sus familias. En la educación media la situación es diferente.
Creo que estos tres factores son la médula del problema: la confusión interior propia de la adolescencia, la dificultad para comprender las propuestas educativas y la autonomía creciente para tomar decisiones -que no siempre son las más acertadas-.
En la Encuesta nacional de jóvenes de Uruguay se pregunta a quienes no completaron la educación media por qué abandonaron los estudios. Alrededor de tres cuartas partes expresa como razón principal la falta de interés por lo que la educación les ofrecía. No entienden, no saben para qué les sirve, no es lo que buscan, se aburren. Lo podríamos denominar “síndrome de la deserción por desencanto”. La demanda creciente de educación media técnica por parte de los adolescentes es otro síntoma de este problema.
“De todos modos, me acostumbré a leer en inglés de corrido y todo gracias a la curiosidad. No por ello, en cambio, mis notas de inglés mejoraron sustancialmente. Más bien siguieron en la media. ¿Por qué?, me preguntaba a menudo. Las notas de muchos de mis compañeros eran muy superiores a las mías, pero eran incapaces de leer un libro entero en inglés. Yo, por el contrario, no solo era capaz de hacerlo, sino de disfrutarlo. ¿Por qué las notas no mejoraban entonces? Después de darle muchas vueltas he llegado a entender que el objetivo de la enseñanza del inglés en los institutos de Japón no es el de enseñar la lengua viva que se habla en la actualidad. En ese caso, ¿cuál es? El único objetivo y casi exclusivo, diría yo, es el de hacer todo lo posible para sacar una buena nota en el examen de acceso a la universidad. Al menos para los profesores de inglés de mi instituto, ser capaz de leer un libro o de conversar con un extranjero no significaba nada. Más aún, su empeño fundamental era que nosotros, los estudiantes, memorizásemos palabras difíciles, cuantas más mejor, estructuras gramaticales complejas, formas del subjuntivo, el uso de las preposiciones…”
“No digo que todo eso no sea importante. De hecho, como traductor enseguida me di cuenta de mis numerosas lagunas respecto a esas nociones básicas, pero en mi opinión todos esos aspectos técnicos de la lengua se pueden aprender o reforzar más tarde si uno quiere. De hecho, se adquieren con naturalidad mientras uno trabaja. Lo más importante para mí es tener claro para qué se quiere aprender inglés (o cualquier otro idioma extranjero). Si eso no está claro, el estudio se convertirá en una fuente inagotable de sufrimientos. Al menos en ese sentido siempre lo tuve claro. Yo quería leer en inglés. Nada más que eso.”
Murakami fue un estudiante de clase media, hijo de padres universitarios, que pudo abrirse un camino por sí mismo en la Literatura. Pensemos que la mayoría de los jóvenes latinoamericanos que abandonan la educación media no tendrá las mismas posibilidades.
Por eso estoy convencido de que el principal objetivo en la educación media -modesto pero nada fácil de alcanzar- debería ser ayudar a cada adolescente a encontrar y comenzar a cultivar una disciplina o área de actividad: la escritura, la música, un deporte, una ciencia, la historia, la literatura, la plástica, la matemática, la mecánica automotriz, la carpintería, la robótica, la cocina, o lo que sea. No todas las disciplinas, como presuponen los diseños curriculares -todos tienen que aprender todas las materias en los mismos tiempos-. Alcanza con UNA. Una vez que se conecta con algo, que se despierta algo parecido a una pasión incipiente, el resto vendrá por añadidura. Hay una base sobre la cual construir.
Erikson decía que cada etapa de la vida tiene una tarea psicológica fundamental y que la tarea principal en la adolescencia es construir la identidad. Encontrar un área de actividad que motive, interese y, ojalá, apasione, es fundamental para una identidad sana. En la educación media muchos adolescentes terminan construyendo identidades negativas, vinculadas a su experiencia de fracaso académico.
Obviamente para encontrar una disciplina que interesa hay que conocerlas, hay que tener la oportunidad de experimentarlas. Pero una cosa es explorar las disciplinas para buscar intereses y otra es obligar a los jóvenes a “aprenderlas” -memorizarlas- todas.
En muchos centros educativos se ha comenzado a explorar el trabajo en torno a proyectos que motiven a los estudiantes y que articulen los saberes de las distintas disciplinas. Ayudar a que cada adolescente encuentre y cultive algo que le apasione debería ser el principal objetivo de los proyectos. Una vez construida una motivación principal será posible incorporar y movilizar otros aprendizajes.
Como relata Murakami, la motivación interna es la base para construir esfuerzo y disciplina de trabajo.
“Tengo una tendencia innata a profundizar al máximo en las cosas que me gustan e interesan. No dejo nada a medias ni me digo a mí mismo a modo de excusa que ya es suficiente. No paro hasta que me doy por satisfecho, pero si la cosa en cuestión no me interesa, me ocurre todo lo contrario, soy incapaz de pasar de la superficie. No le dedico ni un segundo... si me veo obligado a hacer algo, cumplo por pura obligación en el menor espacio de tiempo posible."
En este enlace dejo un extracto del Capítulo 8 -Sobre la escuela- del libro de Murakami. Es un lindo texto para trabajar con estudiantes de Formación docente, para recuperar y analizar su propia experiencia educativa.